jueves, 12 de septiembre de 2013

La conciencia con ciencia cumple 100 años “Ser humano es un deber”

La Universidad Católica Santa Rosa; a través de la Fundación Universitaria Santa Rosa, el Rectorado, el Vicerrectorado Académico, el Vicerrectorado Administrativo, la Secretaría y la Casa Cultural Ucsarista Aquiles Nazoa, se unen al festejo nacional e internacional por el cumpleaños número cien del médico venezolano Jacinto Convit, nacido el 11 de septiembre de 1913 en la histórica parroquia caraqueña La Pastora. 

Jacinto Convit realizó el bachillerato en el Liceo Andrés Bello, donde recibió clases del autor de Doña Bárbara. “Gallegos era excelente en matemáticas y fi losofía. Muy poca gente sabe esto. Me enseñó una cantidad de cosas y salí bien en su materia. Saqué 20 puntos”. En 1932 ingresó a la escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, donde egresó con el título de Doctor en Ciencias Médicas en 1938. Desde estudiante de medicina se interesó de manera especial por los enfermos de lepra.

Este científico venezolano inventó la vacuna contra la Lepra y la Leishmaniasis; además, ha desarrollado un cura contra diversos tipos de Cáncer. Su inmenso amor por los pacientes de lepra, quienes eran sometidos al desprecio y maltratos, lo llevó a ayudarlos y a protegerlos, tal como lo hiciera en su oportunidad otro médico solidario: Ernesto Guevara de la Serna. Convit estudió acuciosamente dicho mal, unió esfuerzos, junto a seis médicos venezolanos y dos italianos, para encontrar su cura. Cuando aún no se había graduado, en 1938, el doctor Martín Vegas le invita a visitar la leprosería de Cabo Blanco, en el litoral central, que era una inmensa casona hecha durante el gobierno de Cipriano Castro. A partir de allí unió su destino a la curación del bíblico mal. Recuerda: “No sé qué era más impresionante, si la enfermedad en sí o el rostro de dolor de aquellos seres. La lepra no tenía cura. A la gente la cazaban en la calle. Nadie se preguntaba qué pasaría con el alma de aquellas personas, con sus familias. Los hospitalizaban tan solo por sospechar que padecían la enfermedad. Se tapaban los espejos, como si el reflejo del mal fuese a contaminar hasta las sombras. Era un desastre”.

Durante siete años Convit convivió con los leprosos. “Aprendí a cuidar a los pacientes desempeñando labores de médico, juez, odontólogo y consejero, que sirvieron ampliamente para enriquecer mi conocimiento sobre la enfermedad y profundizar sobre el aspecto humano de los enfermos”. Cabo Blanco pasó a ser otra universidad y una escuela de servicio para Convit. Allí aprendió la verdadera razón de ser de cualquier profesión: “Un médico es un ser que se debe al otro. Humanista no es estudiar literatura, ni latín ni griego, humanista es saber lo que la persona tiene y poderse poner en su lugar. Tener un concepto global”.

Ese leprosorio oprimía a los enfermos no solo por el cautiverio sino, también, por la soledad y el olvido del que eran víctimas. “Había gente extraordinaria, pero contagiada. Más que una medicina, a veces necesitaban una conversación”. De ese tiempo guarda dos recuerdos imborrables. Uno es el de un campesino, atado con cadenas, que le entregó la policía, por ser portador del mal. El otro, el rostro de dicha infinita de un hombre con varios años de reclusión cuando descubrió que se encontraba sano y podía volver a la libertad.

Iniciamos un programa de lucha antileprosa. Fuimos convenciendo a todo el mundo. Comenzó a cambiar el panorama. No tuvimos sino que meter un poco el corazón. Entrenamos a médicos para que se trasladaran a los hospitales rurales. Parecía un milagro, una película bonita.

Gracias a la dedicación solidaria en función de ayudar a otros, Convit y su equipo logra descubrir la cura contra la lepra, un mal que venía aquejando a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Fue en nuestro país donde se logró tal proeza médica. La primera consecuencia del descubrimiento de la cura contra la lepra fue la eliminación del aislamiento compulsivo y por tanto de las leproserías. Así, Venezuela se convirtió en la primera nación del mundo en cerrar ese tipo de establecimientos.

Desde el año 2010, lidera un equipo que desarrolla en el Instituto de Biomedicina, dependiente del Ministerio para el Poder Popular para la Salud, una autovacuna contra el cáncer de seno, estómago, colon y cerebro, el cual ha dado resultados esperanzadores. Se trata de una autovacuna curativa que se formula a partir de las células tumorales del mismo paciente.

En el campo docente tuvo destacada actuación. En 1940 inicia labores en la materia Medicina Tropical en la U.C.V. En 1967 crea la cátedra de Clínica Dermatológica en la Escuela de Medicina José María Vargas. Allí, se convierte en profesor titular, jefe de la cátedra. Luego crea el primer posgrado.

Después de una brillante carrera para controlar enfermedades endémicas, el Dr. Jacinto Convit se dedica a crear centros de investigaciones científicas. En 1972 funda el Instituto de Dermatología. En 1984 cambia de nombre y se inicia el Instituto de Biomedicina de Caracas. Este instituto a partir del 2 de julio de 1973, es sede del Centro Internacional de Investigación y Adiestramiento sobre la Lepra y enfermedades a fines de la Organización Panamericana y Mundial de la Salud.

De esta institución surgió con grandes esfuerzos la vacuna contra la lepra, que a su vez es la base fundamental para la vacuna contra la leishmaniasis. Ha publicado más de 230 trabajos científicos en revistas nacionales y extranjeras, así como en Congresos Científicos.

En atención a su descollada figuración científica el Dr. Jacinto Convit ha sido nombrado en institutos o centros de gran valía. Así en 1968 fue designado presidente de la Asociación Internacional de la Lepra y de la Internacional Journal of Leprosy Corportation. En 1971 es seleccionado como director del Centro Cooperativo para el Estudio Histológico y Clasificación de la Lepra. En 1976 es electo director del Centro Panamericano de Investigación y Adiestramiento en Lepra y Enfermedades Tropicales.

El científico Jacinto Convit es considerado uno de los personajes más estimados y queridos por la ciencia médica venezolana y por la comunidad en general. Ha sido un profesional sumamente sencillo y humilde. Sus aportes a la ciencia los ha deleitado con sencillez. En alguna oportunidad dijo: “ganar un premio no me quita el sueño, el cáncer sí”. Los venezolanos al celebrar los 100 años de vida de este ilustre y digno quijote de la medicina, nunca trabajó en clínicas privadas, nos sentimos orgullosos de tener entre nosotros todavía la talla de un científico que le ha dado mucho a la sociedad nacional e internacional. Loas al científico Dr. Jacinto Convit.

Dr. Alí Ramón Rojas Olaya
 Rector de la Universidad Católica Santa Rosa


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