La
Universidad Católica Santa Rosa; a través de la Fundación Universitaria Santa
Rosa, el Rectorado, el Vicerrectorado Académico, el Vicerrectorado
Administrativo, la Secretaría y la Casa Cultural Ucsarista Aquiles Nazoa, se
unen al festejo nacional e internacional por el cumpleaños número cien del
médico venezolano Jacinto Convit,
nacido el 11 de septiembre de 1913 en la histórica parroquia caraqueña La
Pastora.
Jacinto
Convit realizó el bachillerato en el Liceo Andrés Bello, donde recibió clases
del autor de Doña Bárbara. “Gallegos era excelente en matemáticas y fi losofía.
Muy poca gente sabe esto. Me enseñó una cantidad de cosas y salí bien en su
materia. Saqué 20 puntos”. En 1932 ingresó a la escuela de Medicina de la
Universidad Central de Venezuela, donde egresó con el título de Doctor en
Ciencias Médicas en 1938. Desde estudiante de medicina se interesó de manera
especial por los enfermos de lepra.
Este
científico venezolano inventó la vacuna contra la Lepra y la Leishmaniasis;
además, ha desarrollado un cura contra diversos tipos de Cáncer. Su inmenso
amor por los pacientes de lepra, quienes eran sometidos al desprecio y
maltratos, lo llevó a ayudarlos y a protegerlos, tal como lo hiciera en su
oportunidad otro médico solidario: Ernesto Guevara de la Serna. Convit estudió
acuciosamente dicho mal, unió esfuerzos, junto a seis médicos venezolanos y dos
italianos, para encontrar su cura. Cuando aún no se había graduado, en 1938, el
doctor Martín Vegas le invita a visitar la leprosería de Cabo Blanco, en el
litoral central, que era una inmensa casona hecha durante el gobierno de
Cipriano Castro. A partir de allí unió su destino a la curación del bíblico
mal. Recuerda: “No sé qué era más impresionante, si la enfermedad en sí o el
rostro de dolor de aquellos seres. La lepra no tenía cura. A la gente la
cazaban en la calle. Nadie se preguntaba qué pasaría con el alma de aquellas
personas, con sus familias. Los hospitalizaban tan solo por sospechar que
padecían la enfermedad. Se tapaban los espejos, como si el reflejo del mal
fuese a contaminar hasta las sombras. Era un desastre”.
Durante
siete años Convit convivió con los leprosos. “Aprendí a cuidar a los pacientes
desempeñando labores de médico, juez, odontólogo y consejero, que sirvieron
ampliamente para enriquecer mi conocimiento sobre la enfermedad y profundizar
sobre el aspecto humano de los enfermos”. Cabo Blanco pasó a ser otra
universidad y una escuela de servicio para Convit. Allí aprendió la verdadera razón
de ser de cualquier profesión: “Un médico es un ser que se debe al otro.
Humanista no es estudiar literatura, ni latín ni griego, humanista es saber lo
que la persona tiene y poderse poner en su lugar. Tener un concepto global”.
Ese
leprosorio oprimía a los enfermos no solo por el cautiverio sino, también, por
la soledad y el olvido del que eran víctimas. “Había gente extraordinaria, pero
contagiada. Más que una medicina, a veces necesitaban una conversación”. De ese
tiempo guarda dos recuerdos imborrables. Uno es el de un campesino, atado con
cadenas, que le entregó la policía, por ser portador del mal. El otro, el
rostro de dicha infinita de un hombre con varios años de reclusión cuando descubrió
que se encontraba sano y podía volver a la libertad.
Iniciamos
un programa de lucha antileprosa. Fuimos convenciendo a todo el mundo. Comenzó
a cambiar el panorama. No tuvimos sino que meter un poco el corazón. Entrenamos
a médicos para que se trasladaran a los hospitales rurales. Parecía un milagro,
una película bonita.
Gracias
a la dedicación solidaria en función de ayudar a otros, Convit y su equipo
logra descubrir la cura contra la lepra, un mal que venía aquejando a la
humanidad desde tiempos inmemoriales. Fue en nuestro país donde se logró tal
proeza médica. La primera consecuencia del descubrimiento de la cura contra la
lepra fue la eliminación del aislamiento compulsivo y por tanto de las
leproserías. Así, Venezuela se convirtió en la primera nación del mundo en
cerrar ese tipo de establecimientos.
Desde
el año 2010, lidera un equipo que desarrolla en el Instituto de Biomedicina,
dependiente del Ministerio para el Poder Popular para la Salud, una autovacuna
contra el cáncer de seno, estómago, colon y cerebro, el cual ha dado resultados
esperanzadores. Se trata de una autovacuna curativa que se formula a partir de
las células tumorales del mismo paciente.
En
el campo docente tuvo destacada actuación. En 1940 inicia labores en la materia
Medicina Tropical en la U.C.V. En 1967 crea la cátedra de Clínica Dermatológica
en la Escuela de Medicina José María Vargas. Allí, se convierte en profesor
titular, jefe de la cátedra. Luego crea el primer posgrado.
Después
de una brillante carrera para controlar enfermedades endémicas, el Dr. Jacinto
Convit se dedica a crear centros de investigaciones científicas. En 1972 funda
el Instituto de Dermatología. En 1984 cambia de nombre y se inicia el Instituto
de Biomedicina de Caracas. Este instituto a partir del 2 de julio de 1973, es sede
del Centro Internacional de Investigación y Adiestramiento sobre la Lepra y
enfermedades a fines de la Organización Panamericana y Mundial de la Salud.
De
esta institución surgió con grandes esfuerzos la vacuna contra la lepra, que a
su vez es la base fundamental para la vacuna contra la leishmaniasis. Ha
publicado más de 230 trabajos científicos en revistas nacionales y extranjeras,
así como en Congresos Científicos.
En
atención a su descollada figuración científica el Dr. Jacinto Convit ha sido
nombrado en institutos o centros de gran valía. Así en 1968 fue designado
presidente de la Asociación Internacional de la Lepra y de la Internacional
Journal of Leprosy Corportation. En 1971 es seleccionado como director del
Centro Cooperativo para el Estudio Histológico y Clasificación de la Lepra. En
1976 es electo director del Centro Panamericano de Investigación y
Adiestramiento en Lepra y Enfermedades Tropicales.
El
científico Jacinto Convit es considerado uno de los personajes más estimados y
queridos por la ciencia médica venezolana y por la comunidad en general. Ha
sido un profesional sumamente sencillo y humilde. Sus aportes a la ciencia los
ha deleitado con sencillez. En alguna oportunidad dijo: “ganar un premio no me
quita el sueño, el cáncer sí”. Los venezolanos al celebrar los 100 años de vida
de este ilustre y digno quijote de la medicina, nunca trabajó en clínicas
privadas, nos sentimos orgullosos de tener entre nosotros todavía la talla de
un científico que le ha dado mucho a la sociedad nacional e internacional. Loas
al científico Dr. Jacinto Convit.
Dr.
Alí Ramón Rojas Olaya
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